En México, los Estudios Organizacionales deben mucho de su avance a las Políticas Públicas. Ocurría un fenómeno común a las sociedades que provenían de un pasado colonial: el término “organización” carecía de significado, al no tener un referente empírico del cual asirse. Como lo explica Ibarra-Colado (2006a, 2006b), la lógica oligárquica y proteccionista de un Estado cuya verticalidad provenía del régimen de partido único y del corporativismo que de éste emanaba, eliminaba toda posibilidad de que existieran espacios organizados, como no fueran aquellos creados por el Estado, controlados por esa lógica estatal o subordinados a las decisiones del grupo dirigente: “el éxito corporativo estaba más relacionado con el fantasma de Maquiavelo que con el espíritu del capitalismo de Weber” (Ibarra-Colado, 2006a). La obligada apertura comercial y la exigencia de un “Estado mínimo” representó un nuevo escenario en el que surgen o se acrecientan nuevas formas de organización, para comenzar a ocupar los espacios dejados por el Estado en la actividad económica y en sus funciones sociales.